martes, 4 de mayo de 2010

Pillaje, saqueo y rapiña como forma de pago político.

Lic. Federico Álvarez


Se cree que fue el farahón Ramses II, en el año 1500 a . de C, el primero en institucionalizar el saqueo como forma de pago en la victoria, a los 18.000 mercenarios que usaba en sus batallas con países vecinos.

Y si bien esta forma de remuneración a las tropas no quedó totalmente abolida sino hasta el año 1949 con la Convención de Ginebra, nuestros partidos políticos lo siguen usando hoy para sus batallas electorales. A sus mercenarios se les llama “activistas” y el premio por su esfuerzo durante la campaña, es la rapiña de la hacienda pública al llegar al poder.

Este pillaje ocurre con estricta regularidad cada cuatro años y es más o menos aceptado por todos nosotros como algo normal, sin reparar en sus graves consecuencias. Y si la situación económica del Estado no permite satisfacer las ansias de depredación de todos estos mercenarios, vemos airadas protestas en calles y plazas, con el más descarado apoyo de los políticos de su partido.

Sin embargo, la abolición de esta práctica semisalvaje es requisito esencial para reducir drásticamente la corrupción y lograr el desarrollo económico de cualquier país.

Nueva Zelanda declara, sin recelo, el haber eliminado la corrupción en 1912, cuando estableció un ejemplar Servicio Público permanente, independiente, profesional y bien pagado. Con ello, logró una reducción del gasto público de cerca del 30% del PIB, alcanzó el desarrollo económico y es hoy uno de los países con mejor calidad de vida del planeta. De hecho no hay país desarrollado que no haya institucionalizado el Servicio Civil.

En los Estados Unidos, después de muchos años de corrupción con un sistema como el nuestro, - que en ese país se llamaba el “spoil system”-, se aprobó en 1883 el “Pendleton Civil Service Reform Act” que dio inicio a un servicio civil de carrera cuyo valor central es el mérito: Los empleados de gobierno se contratan, se promueven, se remuneran y se despiden exclusivamente en base al mérito, es decir, en base a su capacidad para desempeñar su trabajo.

El elemento más importante de un buen sistema de servicio civil es su separación de la política. Los servidores públicos aseguran la continuidad y competencia de la administración pública sin pensar en partidos políticos o resultados electorales. Se trata entonces de hacer del gobierno un empleador de excelencia, de los mejores y más brillantes profesionales, a fin de contar con una fuerza laboral calificada, ágil y de alto desempeño. Con salarios acordes a su capacidad, que normalmente estarán por encima de los salarios que paga el sector privado.

Se requiere además de la creación de una oficina de administración del servicio civil con funciones de supervisión y auditoría, que obligue a los empleados públicos a rendir cuentas del cumplimiento de su deber.

Si nuestro gobierno aceptara sugerencias y quisiera realmente dejar una huella profunda en nuestra historia, bastaría con que hiciera esta reforma en Honduras, convirtiendo nuestra Ley del Servicio Civil, aprobada en 1968, de un elemento de adorno, en una realidad.

Poner fin al saqueo, al pillaje y a la rapiña como forma de pago político en Honduras sería, sin duda, una iniciativa que le ganaría el respeto y el reconocimiento de la comunidad internacional que tanto anhela, recibiría el apoyo pleno del FMI y cambiaría con ello el futuro de nuestro país.

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